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Junio 2012
Edición No. 280
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Mis sexenios (51)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

Segunda etapa del sexenio montemayorista

Es bueno aclarar que antes del arribo de los neoliberales al poder, en los sexenios gubernamentales, tanto del Presidente de la República como de los gobernadores, se distinguían tres etapas fundamentales: la primera etapa, los dos primeros años de gobierno, se utilizaba para pagar a los grupos los favores políticos y económicos con cargos y canongías; la segunda etapa, el tercer y cuarto año de gobierno, era para desarrollar y consolidar el proyecto del gobernador en turno, por eso los amigos del mandatario ocupaban los principales puestos de la estructura; la tercera etapa, los últimos dos años del sexenio, era para lograr dos objetivos: 1.- Preparar la sucesión, para imponer al elegido, y 2.- Robarse todo lo que pudieran. El gran robo se hacía el último año del sexenio, por eso popularmente se le conocía como “El año de Hidalgo”, por aquello de que “chingue a su madre el que dejé algo”. En esta orgía de corrupción participaban todos: funcionarios, políticos, gobernantes, sus amigos, compadres, familiares, amantes, etc.

Así era antes, pero los neoliberales cambiaron este “orden” de gobernar, sustituyendo el “año de Hidalgo” por el “sexenio de Hidalgo”. Desde entonces nada ha cambiado, y la pobreza ha ido creciendo a favor de los partidos y sus politiquerillos, por eso ahora las propuestas de campaña son fundamentalmente ofrecimiento de dádivas, y como en un gran mercado se vota por quien ofrezca más y pague mejor el voto.

Y a propósito del sexenio de Hidalgo que instauraron los neoliberales, desde el segundo año del “gobierno” montemayorista, en El Periódico... enfocamos nuestra atención hacia una empresa constituida por el gobierno de RMS para traficar y especular con la mercancía favorita de los “notables” saltilleros: la tierra urbana. Y señalamos que Fodeisa (Fomento al Desarrollo Inmobiliario, S. A.) empresa creada con recursos estatales, curiosamente permanecía oculta a los ciudadanos y estaba siendo utilizada para hacer negocios a la sombra del poder.

Semanas después de este primer señala- miento, en nuestra edición del 15 de junio de 1995 hicimos una pregunta que tenía relación con Fodeisa: ¿Qué funcionario responderá por la compra de 240 hectáreas de terrenos ubicados por el rumbo del Mercado de Abastos, que sus propietarios (la familia de León) ofrecía a 15 pesos metro cuadrado, pero fueron adquiridos a 25 pesos el metro? Así empezó lo que bautizamos como el “macronegocio montemayorista”.

Luego, en nuestra edición del 18 de octubre volvimos a reiterar sobre el asunto, señalando que: “En su Segundo Informe de Gobierno, Montemayor no mencionó a Fodeisa ni a su “macroproyecto” que pretende convertir los baldíos que rodean al Mercado de Abastos en un emporio de construcciones modernas. Tal vez el gobernador no lo mencionó porque atraería la atención, y con muchos ojos viendo no se pueden hacer redituables negocios”.

La respuesta a nuestra insistencia no se hizo esperar. El lunes 6 de noviembre, a través del periódico Vanguardia, el Secretario de la Sedesol estatal y encargado gubernamental del “macronegocio”, Rogelio Ramos Oranday, informó sobre el “ambicioso proyecto... que está supeditado a que el gobernador consiga los financiamientos, pues son muchos millones”.

En aquella ocasión, por primera vez, Ramos Oranday explicaba que el “ambicioso proyecto es una plaza comercial en donde se pretende construir oficinas, bancos, hoteles, lugares de diversión, centros comerciales, etc.”. El pretexto: “Desahogar el primer cuadro de la ciudad”.

Al día siguiente, el Diario de Coahuila de Luis Horacio Salinas entraba al juego, mostrando su disgusto con Ramos Oranday, porque “se negó ampliar la información al respecto”, y daba a conocer que: “el líder de la CTM, Gaspar Valdés, se pronunció en contra del proyecto, al demandar que el gobierno del estado priorice su gasto y jerarquice las verdaderas necesidades de los saltillenses antes de iniciar esa obra”.

A manera de chunga, el dirigente cetemista dijo: “Quisiera macroplacear los grandes pro- blemas que tiene Saltillo... hay cosas más urgen- tes... agua, pavimento, transporte, vivienda...”. En fin, Gaspar se pronunció en contra.

Acorralado, el burócrata de Ramos Oranday se vio obligado a echar marcha atrás de lo que había dicho un día anterior, y precisó: “No tengo datos, todo está a nivel de estudios, son puras ideas y hasta el momento no hay nada definido”. Pero nada dijo sobre la empresa Fodeisa ni la compra de las 240 hectáreas de terreno.

Sin más datos, el Diario de Coahuila insistió que: “La macroplaza quedaría construida sobre una vasta extensión de terreno que presuntamente el gobierno del estado adquirió a particulares, a través del Instituto Estatal de la Vivienda (IEV)”.

Al no funcionar la “aclaración” de Ramos Oranday, Montemayor lanzó al ruedo a otro de sus empleados: Ignacio Diego Muñoz, Director General de Patrimonio Estatal, quien negó la adquisición de los terrenos por parte del gobierno, pero reveló la existencia de Fodeisa como una empresa constituida con recursos estatales desconcentrados a través del IEV. Y reveló algo más: “Fodeisa adquirió terrenos”, pero no dijo cuáles ni a quién se los habían comprado.

Al mismo tiempo, Ignacio Diego advirtió que desconocía todo lo relacionado a Fodeisa porque: “depende el IEV, tiene personalidad jurídica propia y patrimonio propio. Es decir, recae en el sector paraestatal”.

Pero la perla de sus declaraciones la externó cuando dijo: “Por ese motivo, los terrenos de Fodeisa no pertenecen al gobierno del estado, y en consecuencia no están dados de alta en el Patrimonio Estatal”. Total entre más hablaban más se enredaban. Lo cierto es que el macronegocio ya estaba a la luz del día, y era difícil tapar el sol con el dedo de la corrupción oficial.

También es cierto, que Fodeisa tenía meses de haberse constituido y hasta ahora los funcionarios hablaban parcialmente de su existencia obligados por las balconeadas que les dimos en El Periódico...

Yo me había enterado de Fodeisa en una plática con Jorge Masso Masso, asesor de RMS, quien por alguna razón mencionó a Fodeisa, pero cuando mostré interés y le pregunté sobre esa empresa, evadió el tema y no quiso hablar más, eso me hizo sospechar. Luego investigué y salió a relucir el macronegocio montemayorista.

El Director del IEV, Darío Martínez Álvarez, era a su vez el Director de Fodeisa, y el jefe de comercialización (incondicional de Darío) era el monclovense Homero Tamez García. Una vez que el gobierno monemayorista reconoció la existencia de Fodeisa, me di a la tarea de comprobar los datos que tenía sobre el macronegocio.

Para empezar, decidí entrevistar periodísti- camente a Darío Martínez, por eso hablé con su jefe Rogelio Ramos Oranday para solicitarle una entrevista con el Director del IEV. Conseguí mi propósito. Ramos Oranday le ordenó a Darío que me diera la entrevista y me dijo: hay te lo encargo.

Entrevisté a Darío Martínez en las oficinas del IEV. Antes de preguntarle sobre el tema, lo puse al tanto de los rumores y especulaciones que había en torno de las informaciones parciales que se conocían sobre Fodeisa y su “ambicioso proyecto”.

“No es justo que estemos haciendo las cosas bien y que se diga otra cosa”, contestó Darío mostrando su disposición a aclarar la situación “con la verdad”. Para romper el hielo me dijo: “Le responderé con sinceridad, tengo confianza en usted”. En respuesta le advertí: “Yo sólo hago las preguntas y usted da las respuestas. Mi compromiso periodístico es publicar fielmente lo que usted me conteste”.

Darío comenzó a jugar con las respuestas para seguir ocultando las cuestiones compromete- doras de Fodeisa y el macronegocio, pero me dio parcialmente algunos datos que dibujaban la realidad, a tal grado que no dudé en ponerle a la entrevista el siguiente encabezado: “Fodeisa, una microempresa estatal para hacer macronegocios privados”.

Para no proporcionar los datos duros, Darío optó por consumir el tiempo de la entrevista divagando. Según Darío, Montemayor los había mandado (a él y a Ramos Oranday) a investigar lo relacionado con la empresa Servimet, la sociedad anónima con capital del gobierno del Distrito Federal que hizo el desarrollo Santa Fe en la ciudad de México, adquiriendo los terrenos que servían de basureros y regenerando la zona en donde ahora hay grandes edificios corporativos, la Universidad Iberoamericana, una Plaza Comercial, etc.

Insistió en que había otros desarrollos similares en nuestro país: en Sonora, Sinaloa, Querétaro y Puebla. Hizo énfasis sobre la gran preocupación del gobernador sobre el crecimiento demográfico de Saltillo y la carencia de un lugar de convivencia y recreación familiar.

Cansado de tanta vaguedad y demagogia, fui al grano y le pregunté sobre el proyecto de Fodeisa, le dije que llevaba un cuestionario que quería agotarlo para no quitarle más tiempo.

Darío desmintió a su jefe Ramos Oranday al negar el proyecto de la Macroplaza, diciendo: “Lo que se pretende es una área cívica, un parque con museos, con teatro, con oficinas gubernamentales, con áreas deportivas, que es muy diferente a una Macroplaza”.

La justificación para este macroproyecto urbano fue que: “El gobierno renta oficinas en toda la ciudad, con esto ya no se pagarían rentas y tendríamos ahorros en seguridad y limpieza”.

Según Darío, se había ocultado la constitución de Fodeisa: “Porque un proyecto de este tipo siempre se presta a especulaciones, y quisimos evitar una especulación con la tierra y presiones para que estos proyectos se fueran a lugares donde hubiera intereses de cierto grupos”.

¿Por qué no evitar la especulación y las presiones con la tierra urbana esgrimiendo el valor catastral y la expropiación por utilidad pública? pregunté y me contestó: “Creo que es mejor evitar problemas, las expropiaciones nunca son bien vistas.Estamos avanzando y cuando todo esté terminado, el gobernador lo dará a conocer”.

¿No se requería la aprobación del Congreso estatal para la creación de Fodeisa con recursos estatales...?, pregunté a bocajarro. “No sé, en otros estados no lo han hecho, supongo que no se requería”, respondió. ¿Cuánto costó la adquisición de alrededor de 240 hectáreas que Fodeisa compró a la familia de León?, volví a preguntar, y me contestó: “Hemos comprado terrenos que en promedio andará el metro cuadrado a 30 pesos. Pero no olvide que estamos comprando todo el frente del periférico y por el frente del bulevar Fundadores, por eso yo le pido que tenga... en este momento estamos en el cierre de la última operación y todo esto, pues...”.

Para aliviar un poco el temor de Darío de que se conociera lo que según él estaba haciendose bien, le comenté que sabía que la familia de León ofrecía esos terrenos en 15 pesos el metro cuadrado y que Fodeisa los había comprando en 30. Incluso le di el nombre de los dos “coyotes” que se decía, habían participado en la operación: Jaime López Alanís (directivo del Centro Histórico de Saltillo y sobrino de Javier López del Bosque), y Mario Castilla Sánchez (hermano del propietario del periódico Vanguardia que a la vez era parte del grupúsculo al que pertenecía Jorge Masso Masso, asesor de RMS en los menesteres del tráfico de terrenos urbanos).

Darío se apresuró a decirme: “El hermano de Armando Castilla no intervino”, pero no negó la participación del “notable” Jaime López Alanís. A estas alturas de la entrevista, Darío Martínez se mostraba nervioso y molesto, pero le seguí dando datos sobre lo que él quería ocultar. Le dije que las oficinas de Fodeisa estaban en la calle de Chiapas a pocos metros del periódico Vanguardia, cerca de quienes asesoraban el macronegocio.

Para no escuchar más de lo que yo sabía, Darío insistió en abundar sobre la compra de terrenos: “No ha sido nada más la familia de León, no se olvide que estamos comprando partes construidas, como el Mercado de Abastos y la gasera en donde nada tiene que ver la familia de León, y aún así me quieren dar mucho más caro”.

¿Por qué compran caro?, pregunté. Volvió a contradecirse: “No creo que hayamos comprado caro recuerde que son terrenos que están en el centro de la ciudad”. Ante mi avalancha de preguntas, reveló otras facetas del macronegocio montemayorista: “Estamos comprando reservas territoriales, porque pensamos hacer vivienda, son proyectos integrales”.

Al final, cuando le pregunté a cuánto ascendía la nómina de los empleados de Fodeisa, titubeando, evadiendo la pregunta y evidentemente molesto porque en la entrevista insistí en conocer lo que no querían que se conociera, me respondió: “Ya le dije que son tres personas...”.

Lo interrumpí para preguntarle: ¿Por qué rehuye la pregunta? ¿Es muy difícil para usted decir: yo gano tanto y el resto gana otro tanto?

Sin abandonar el tono molesto y para salir de la incómoda situación, Darío contestó con frivolidad: “Los que tiene nombramiento como director, su sueldo ha de andar en 30 mil pesos mensuales, más las secretarias y un mozo. El Contador a lo mejor gana 6 mil pesos. Yo no tengo sueldo en Fodeisa, tengo sueldo en el IEV. Entonces estamos hablando de una nómina de 30, 40, o 50 mil pesos mensuales...”. Para darle seriedad al diálogo le pregunté: ¿Sin considerar la renta y los gastos de la oficina, la gasolina de los vehículos...”. “Si, sin contar los demás gastos?, me respondió visiblemente enojado.

A tirabuzón logré sacarle las respuestas sobre Fodeisa. Continuamente se contrariaba, se molestaba, divagaba, consumía el tiempo en explicaciones ociosas, pero nunca quité el dedo del renglón en la indagación sobre Fodeisa.

Gracias a mi insistencia, Darío convalidó algunos datos que ya tenía sobre Fodeisa, y nos dijo otros que dilucidaban el verdadero objetivo de Fodeisa: Los negocios al amparo del poder.

En resumen, según Darío Martínez, Fodeisa era una sociedad anónima, donde el único socio era el gobierno estatal. Se había constituido a principios de 1995 con recursos estatales. Su capital era de 50 mil pesos. Su personal era: un Director General (que no cobra); dos Directores de Área (que no tienen nombramiento); un Contador; dos secretarias y un mozo. Su nómina mensual ascendía, según Darío, a 30, 40, o 50 mil pesos, cantidad semejante a su capital. El proyecto de Fodeisa era construir una área cívica, un parque con museos, teatro, oficinas gubernamentales, áreas deportivas, viviendas, centros comerciales, pero no una Macroplaza. El proyecto aún no tenía nombre y el gobierno no sabía el monto de la inversión, pero ya habían comprado terrenos con un valor promedio de 30 pesos el metro cuadrado y estaban a punto de cerrar nuevas operaciones, porque el gobierno montemayorista también pensaba en meterse al negocio de la construcción de casas.

Darío Martínez ya no soportó mi cuestionamiento y arguyó que tenía otro asunto importante que atender. No insistí y me despedí: “Le agradezco su...”, pero sin ocultar su molestia me interrumpió para recitarme nuevamente su visión: que Fodeisa se había ocultado para evitar la especulación, que se están haciendo las cosas bien, que era un excelente proyecto, que estaba auditado el manejo de Fodeisa y que había aceptado hablar conmigo con confianza, porque su jefe (Ramos Oranday) se lo había pedido”.

Salí de la oficina de Darío Martínez, pensando en las múltiples contradicciones en que incurrían los funcionarios cuando hablaban de Fodeisa, y en el mal rato que había pasado Darío con mi insistencia en conocer lo que por instrucciones de Montemayor se ocultaba a los coahuilenses.

De todos modos, salí reflexionando sobre la información que me había dado Darío Martínez, y por consecuencia me surgieron más preguntas: Si Fodeisa se había constituido con 50 mil pesos de capital, la empresa se había quedado sin dinero al pagar la nómina del primer mes de operaciones que según Darío era de un monto semejante al del capital de la empresa, pero también este dato estaba equivocado, pues los dos directivos de Fodeisa ganaban mensualmente 60 mil pesos (30 mil cada uno). ¿Con qué recursos se les siguió pagando a los empleados de Fodeisa los siguientes meses? ¿Con qué dinero se han pagado los terrenos adquiridos? ¿A quiénes y en cuánto se han comprado los terrenos? ¿Quién se había quedado con los millones de pesos que resultaron de comprarle a la familia de León 240 hectáreas a 15 pesos el metro cuadrado y luego venderselas a Fodeisa a 30 pesos el metro?

Estas y otras nuevas preguntas quedaron sin responder, pero ya teníamos la suficiente información para saber de qué se trataba el macronegocio de Rogelio Montemayor y sus cómplices.

Es obvio que Darío Martínez además de molesto se quedó muy preocupado porque me había dado información que no debía conocerse, pues aunque sus respuesta fueron parciales, evasivas y mentirosas, lo cierto es que ya acomodada en el tablero del análisis resultaba esclarecedora.

Por esa preocupación, días después (antes de que publicara la entrevista) Darío me mandó invitar con un compañero de la televisión “a pasarme unos días agradables en Aspen, Colorado, esquiando con mi familia o solo, al fin y al cabo allá hay todo lo que necesitemos, hasta compañía”. Obviamente rechacé el soborno, ya sabía que no querían que publicara la entrevista. Rogelio Ramos Oranday, cuando supo por el propio Darío Martínez la orientación de la entrevista, también me había hablado para decirme en tono amistoso: “Hay te encargo lo de Darío”, pero hice mi trabajo, pues la realidad me ha enseñado que los políticos, funcionarios y gobernantes no quieren amigos, buscan cómplices, aduladores, lacayos, sirvientes, trovadores, cuentachistes y conseguidores. Y la verdad, no tengo talento para esas cosas.

Por esos días, los enemigos de Montemayor y los montemayoristas eran: Enrique Martínez y Martínez, Humberto Dávila Esquivel y Humberto Roque Villanueva. No los querían porque los consideraban adversarios con talento. Montemayor por su parte, se burlaba reiteradamente de los coahuilenses. Una muestra de la poca consideración que le merecían sus gobernados, se manifestó cuando nombró como Representante de Coahuila en la ciudad de México al intrigoso tamaulipeco Óscar Olaf Cantú Ramírez en lugar del “enriquista” Carlos Ayala, a quien envío como “asesor” de su ladrón tesorero, Antonio Juan Marcos Issa. Por cierto corría el rumor que Ignacio Diego Muñoz era quien le guiaba la mano al invidente Tesorero montemayorista para que firmara los cheques, pues según sus conocidos Marcos Issa no veía a quien chingaba ni qué se robaba. Asi estaba la cosa...

(Continuará).
Segunda etapa del gobierno montemayorista..
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carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino